8 de octubre de 2013

RECURSOS HUMANOS (Poema de María Rosa Rzepka)

trabajador despedido, poema social, poema día del trabajo


RECURSOS HUMANOS

Adelante, Fernández, tome asiento.
Con permiso señor, dijo el citado.
¿Qué lo trae por aquí?, usted dirá,
Sinceramente lo noto muy cansado.

No he venido hasta aquí a incomodarlo,
no estaba entre mis planes la visita.
Fue el jefe de sección, en la mañana
que me encargó venir a su oficina.

Ahh… sí, precisamente hemos hablado
de gente como usted, que en esta usina
ya tiene veinte años de trabajo,
veinte años arduos de rutina.
Es por eso Fernández , se ha pensado
en la reacomodación que necesita
la empresa en estos tiempos apretados
en que en el mundo todo es tecnología.
Cuestiones de un mundo globalizado,
conceptos  nuevos en la economía,
en fin, los cambios nos obligan día a día.
Es por eso Fernández, que LA EMPRESA
otorgándole el retiro voluntario,
lo acerca por más tiempo a la familia.
No me agradezca a mí, por el contrario;
sino al grupo que ahora está encargado
de llevar el destino de esta casa.
De incluirnos de lleno  en el mercado;
la juventud, Fernández, es la brasa.
Les sobra convicción, conocimientos
para salir a flote en los momentos
en que  la punta del  lápiz se ha afinado.
No le robo más tiempo, se ha hecho tarde.
Salude a su familia en nuestro nombre.
A partir de mañana un nuevo hombre,
“A disfrutar se ha dicho”, no es pecado.
Antes de retirarse, los papeles
están para firmar en la oficina,
y atento, que ya no es de “Personal.”
hasta eso ha cambiado en estos días.
Es la oficina de “Recursos Humanos”
encargada de la contaduría.

-Ahórrese señor, su peor discurso.
La empresa hoy es tan solo un mamarracho.
Solo una más de las que consideran
que el sueldo de operario es un mal gasto.
Programando ganancias a costillas
de despidos a dedo, recortes de salario.
Me apena que por ser criado a la antigua,
no supe anteponer mi conveniencia.
“Si la empresa va bien ganamos todos”,
la consigna retumbaba en mi conciencia.
Veinte años de mi vida a su servicio,
fui feliz porque el trabajo dignifica.
Llevar a casa el pan, ver la mesa tendida
y al abrazar la almohada por las noches,
tranquila la conciencia por la labor cumplida.

Ahórrese para otros el discurso,
Usted es uno más de la jauría
que solo piensa en escalar peldaños.
Cerrado círculo de la hipocresía.

Ya voy a que liquiden mi legajo,
me ofrecerán seguro algunos pesos
que no reflejarán pero ni lejos,
el sudor de veinte años de trabajo.


María Rosa Rzepka