4 de noviembre de 2019

CUATRO PAREDES Y UN TECHO


CUATRO PAREDES Y UN TECHO


Del recuerdo de mi pecho
mi psiquis no está prescripta,
yo viví en mi propia cripta:
cuatro paredes y un techo.
La muerte estuvo al acecho
y este hecho me faculta
a escribir poesía culta
que se empeñe en recordar,
hoy, que lo puedo contar,
aun si se me dificulta.
Si hablaran esas paredes…
¡cuánto testificarían!
Muros certificarían
el poder que hay en “¡Tú puedes!”
Mas quiero, sepan ustedes
que el tiempo lo ha derribado
y a escombros ha subyugado
“mi” calabozo canalla,
a una ruina que habla y calla
la mudez de un condenado.
Falleció en un campo yermo,
aquel que llaman “el pozo”,
testimonio silencioso
del monumento al infierno.
Pero vive en el cuaderno
del coraje y la osadía
como humilde poesía
que cada año rememora
a la atroz trituradora
de aquella mente sombría.
Cuatro paredes y un techo
no alcanzaron a apresarme,
y fueron mudo gendarme
de mi custodio maltrecho.
Mas, me sirvió de provecho
lo amargo de la derrota,
pues de mi espíritu brota
fe contra la adversidad,
¡cuántos tienen libertad
pero esta no se les nota!
Cuánta fuerza es el amor
que nos nutre y alimenta,
Dios nos yergue y nos sustenta...
¡Da energía superior!
Tanta es la fibra interior
del poder de la verdad,
que ante negra adversidad
siempre hay luz de amanecer,
y me permitió obtener
fuerzas de la libertad.
Cachetada del destino
que hoy cuatro paredes cuentan
las punzadas que atormentan
mis flores con tanto espino.
Pero igual mi canto afino
en la décima huidiza,
y mi recuerdo se atiza
y en ella viene a cantarme,
solo para recordarme
que también seré ceniza.
© Rubén Sada. 3/11/2019.