AROMAS DE LA INFANCIA
Cuando era niño sentía
de arvejillas un aroma,
y en el patio de mi Oma
un olor a uvas había.
A chocolate me olía
la cocina de mi mama,
a alcanfor olió mi cama
y el jardín a azahar,
nunca se puede olvidar
un olor si es que se ama.
de arvejillas un aroma,
y en el patio de mi Oma
un olor a uvas había.
A chocolate me olía
la cocina de mi mama,
a alcanfor olió mi cama
y el jardín a azahar,
nunca se puede olvidar
un olor si es que se ama.
Cuando era niño, en la infancia
siempre hacía los deberes,
y me ocupaba en quehaceres
con sacrificio y constancia.
Luego de primaria instancia
me dediqué a trabajar,
y aprendí así a ahorrar
para cuando fuera adulto
siendo uno más del tumulto
pero ante todo, ejemplar.
Cuando era niño inventé
varias máquinas, inventos,
“dúo-cóptero” en los vientos
que a volar no me animé.
Con alcohol hice un quinqué
que me alumbraba de noche,
e iluminó más que un coche
mi bici con su farol,
y transpiré bajo el sol
pedaleando a troche y moche.
Cuando era niño viajaba
con mi abuela al campo en tren,
y en el kiosco del andén
caramelos me compraba.
A la bolita jugaba
y hoy del recuerdo me copio,
sigo sintiéndolo propio
festejando bolsa llena,
cuando en la tierra o la arena
hoyo y quema, quema y opio.
Cuando era niño vendía
por las calles mil helados,
y mis hombros transpirados
fueron forjando mi hombría.
Maduró mi alma bravía
más rápido que un avión,
de ser gatito a un león
cambió mi ser, no mi nombre,
entré niño y salí hombre
en tres años de prisión.
Cuando era niño quería
ser lo más grande posible,
y quizá hacerme invisible,
esa fue mi fantasía.
Si hubiera sabido un día
qué sería ser adulto,
ahí nomás, yo me sepulto,
mas, de viejo ya hay conciencia,
me regreso a la inocencia
y a infante me catapulto.
Cuando era niño escribí
mi primera poesía,
once años yo tenía
y hoy sesenta y dos cumplí.
En mi otoño carmesí
ya huelo el anochecer,
tanta agua fue a correr
y yo debajo del puente,
pero escribo muy sonriente
porque me causa placer.
© Rubén Sada. 15/07/2022.
siempre hacía los deberes,
y me ocupaba en quehaceres
con sacrificio y constancia.
Luego de primaria instancia
me dediqué a trabajar,
y aprendí así a ahorrar
para cuando fuera adulto
siendo uno más del tumulto
pero ante todo, ejemplar.
Cuando era niño inventé
varias máquinas, inventos,
“dúo-cóptero” en los vientos
que a volar no me animé.
Con alcohol hice un quinqué
que me alumbraba de noche,
e iluminó más que un coche
mi bici con su farol,
y transpiré bajo el sol
pedaleando a troche y moche.
Cuando era niño viajaba
con mi abuela al campo en tren,
y en el kiosco del andén
caramelos me compraba.
A la bolita jugaba
y hoy del recuerdo me copio,
sigo sintiéndolo propio
festejando bolsa llena,
cuando en la tierra o la arena
hoyo y quema, quema y opio.
Cuando era niño vendía
por las calles mil helados,
y mis hombros transpirados
fueron forjando mi hombría.
Maduró mi alma bravía
más rápido que un avión,
de ser gatito a un león
cambió mi ser, no mi nombre,
entré niño y salí hombre
en tres años de prisión.
Cuando era niño quería
ser lo más grande posible,
y quizá hacerme invisible,
esa fue mi fantasía.
Si hubiera sabido un día
qué sería ser adulto,
ahí nomás, yo me sepulto,
mas, de viejo ya hay conciencia,
me regreso a la inocencia
y a infante me catapulto.
Cuando era niño escribí
mi primera poesía,
once años yo tenía
y hoy sesenta y dos cumplí.
En mi otoño carmesí
ya huelo el anochecer,
tanta agua fue a correr
y yo debajo del puente,
pero escribo muy sonriente
porque me causa placer.
© Rubén Sada. 15/07/2022.
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