30 de abril de 2014

HAGAN JUEGO (de Juan Arrestía)

juego del amor
El juego del amor

HAGAN JUEGO


Prueben suerte, hagan juego,
ante mis ojos las veo
como demonios danzar
en un brasero de fuego.
Hagan juego, frase fatal que en mi vida
fue como el triste presagio ´
pa' mi existencia perdida.
En un sin fin de partidas
yo derroché una fortuna.
Jugué una, cien, mil veces,
mas, cual si yo fuera el trece
no la acertaba ninguna.
La pasión me devoraba,
las barajas me atraían,
y yo, infeliz no veía
que hacia un abismo rodaba.
Mientras fuerte palpitaba
en mi pecho, el corazón,
esperando el desenlace
de un final con emoción,
allá, en un triste casuchón,
en un lecho vacilante,
mi pobre vieja moría
llamándome, sollozante,
y yo anhelante jugaba,
perdía, ganaba,
pero al fin me retiraba
cabizbajo y delirante.
Y una noche, triste noche,
que en mi vida
jamás la podré olvidar,
llegué a mi casa,
la hallé dormida,
pero en un sueño que nunca
jamás pudo despertar.
Caí de hinojos delante
de su lecho sollozando
pero, yo no la estaba mirando,
no la podía mirar,
porque delante de mis ojos
miles y miles de cartas
pusiéronse a danzar;
creí el consuelo buscar
elevando una oración
y mi espíritu se alzó
buscando a Dios en su seno
pero allá arriba, estaba lleno
de naipes que me miraban
y veía en mi delirio
que pa' aumentar mi martirio
ellos reían, gozaban.
Sí, allí estaba el rey de oro
como queriendo decir
que había perdido un tesoro
en la madre que hice morir
porque yo, atraído por el juego,
por la baraja maldita,
no cuidaba a la viejita
y no atendía sus ruegos.
También estaba el de copas
contemplándome burlón
y escuchar me pareció
que sonriéndose decía
que como esa, sería
la copa en que iba a beber
la amargura de mis días
y el gran dolor de mi ser.
Y uno tras otros siguieron
en su desfile malvado
hasta que ya, doblegado,
mi espíritu, de dolor,
fue cayendo en el sopor
de un sueño que lo embriagaba
y así, durmiendo, soñaba
que todo fue una visión.
Fueron pasando los años
me hice bueno, fui honrado
y casi había olvidado
lo que pasó en un antaño,
cuando una tarde, ¡la vi!
¡Hermosa, cual primavera!
Yo le conté mis quimeras
y ella endulzó mi existir,
mas, no pudo ser feliz
porque otro la deseaba.
Una noche me encontraba
y un desafío sentí.
Yo fui cobarde, fui ruin,
pues el valor me faltó
y así, que en vez de jugarla
con la punta de un facón
yo invité a una partida,
y el naipe me la llevó. . .
Pero ahora que no tengo nada
y sé que es cosa perdida
me dan pa' mí la tallada
si pongo en ella mi vida...
¡No! ¡Tengo miedo de morir!
¡Prueben suerte! ¡hagan juego!

Juan Arrestía