23 de septiembre de 2008

LA MUERTE NO ME DIVIERTE


Dedicado a los multimillonarios productores de veneno mental que consumen y con el que se entretienen los millones de televidentes que compran basura de T.V y cine.

LA MUERTE NO ME DIVIERTE


A mí no me divierte la muerte,
y prefiero el estudio y los saberes,
o algo de humor que mi alegría despierte,
mas no me inquieta ver cómo otro muere.

Hallo deleite en admirar atardeceres,
o todo lo que a mi alma desconcierte.
Soy feliz cumpliendo mis deberes,
y allí mi corazón, cariño vierte.

Pero a mí, a mí la muerte no me divierte,
ni ver cómo masacran a otros seres,
prefiero los deportes con buena o mala suerte,
o quedarme a hacer en casa otros quehaceres.

Me encanta escribir, jugar con caracteres,
en fiestas con poetas que unión concierten.
Les correspondo con poesía a las mujeres,
y amo la paz, pues el crimen me subvierte.

Prefiero música que es sana y no pervierte.
No haré más ricos a los 'morbo-mercaderes.'
Ya me cansé de la violencia del más fuerte.
Me deleito en la amistad y en los placeres.

Y por favor, no me digas: "No exageres,
porque el 'ver', en 'actuar' no se convierte."
Todo el veneno que entra en esas mentes,
va transformando a la gente en dementes.

Quiero recreos que a mi humor no alteren,
pues no festejo cuando la sangre vierten.
Gozo la vida. Allá tú, si no es lo que prefieres,
pues la muerte... a mí no me divierte.

 © Rubén Sada - 23-09-2008.


La familia del siglo XX ha sentido el efecto de otra influencia que nunca antes se había experimentado en la historia... la televisión. Se calcula que para cuando un joven cumpla los 18 años de edad, habrá visto unas 15.000 horas de televisión, en comparación con aproximadamente 11.000 horas que habrá pasado en la sala de clases. Para cuando tenga esa edad, el niño estadounidense medio habrá visto matar en la TV a unas 18.000 personas. ¿Qué efecto tiene esto en él? El libro Childstress!, de M. S. Miller, contesta: “Muchos sicólogos y jueces consideran que la televisión es responsable de la violencia que los jóvenes emulan.

¿Existen pruebas concretas de que ver actos violentos produce agresividad? Piense un momento. Una simple fotografía puede hacernos enojar, reír o llorar. La música también es capaz de despertar en nosotros fuertes emociones. Las palabras, sea que las oigamos o las leamos, nos hacen pensar, sentir y actuar. ¡Cuánto mayor es el impacto cuando se combinan hábilmente palabras, música e imágenes en movimiento! Por eso tiene tanto poder de seducción la televisión. Y además está al alcance de todo el mundo.

Las empresas gastan anualmente miles de millones de dólares en publicidad porque saben que lo que la gente ve y oye influye en ella. No invierten ese dinero porque piensen que la publicidad tal vez surta efecto: comprobaron que ciertamente surte efecto:En el año 2004, la compañía Coca-Cola dedicó 2.200 millones de dólares a promocionar sus productos en todo el mundo a través de la prensa, la radio y la televisión. ¿Fue rentable esa inversión? La Coca-Cola tuvo unos beneficios de casi 22.000 millones de dólares ese año. Los anunciantes reconocen que un solo anuncio no influye en la conducta de la gente. Pero han comprobado que el efecto acumulativo de años de adoctrinamiento sí consigue lo que se pretende.
Si unos anuncios de treinta segundos son capaces de moldear nuestra actitud y conducta, o decisiones de compra, ¿como podemos decir que la crueldad y violencia que se glorifica abiertamente en algunos programas de televisión y films del cine, no afecta a la sociedad?


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Efectos de la exposición visual en la conducta y decisiones humanas:

En una conversación con el filósofo Bogdanov, en 1907, Lenin habla del cine como “uno de los medios más importantes de instrucción de las masas”. En Italia, en 1922, Mussolini declara que el cine es "el arma más fuerte del Estado", y en 1936 pone la primera piedra para la construcción de Cinecittà. Bastarían estas dos proclamas para dar fe del vínculo existente, desde sus albores, entre la gran pantalla y la propaganda. Sólo en Estados Unidos, donde David W. Griffith había rodado en 1914 El nacimiento de una nación, sobre la fundación del país, se produjeron entre 1915 y 1918 2.500 películas. Y durante la Gran Guerra, la mayor parte de la producción norteamericana y europea, tanto de noticiarios como de filmes de ficción, tuvo fines propagandísticos.

En Civilización (1916), Thomas H. Ince lanzaba, entre metáfora y fantasía política, un grito en favor de la paz. En Francia, en 1919, Abel Gance transmitía un poderoso mensaje antibélico en J’accuse, subrayado por el final de la película, en el que las jóvenes víctimas de la guerra se despiertan para reprochar a los vivos lo inútil de su sacrificio. En Italia, en la estela del éxito obtenido por Cabiria, de Giovanni Pastrone, Maciste alpino, de Luigi Romano Borgnetto y Luigi Maggi (1916), exalta los valores de la batalla y empuja al público a identificarse con el héroe protagonista. Pero la joya de la época, rodada en 1918, es Armas al hombro, de Charles Chaplin, que ilustra, suspendidos entre la ligereza y la tragedia, los horrores de la vida en el frente.



Muchos años después, cuando el cine de propaganda se haya convertido ya, tanto en la U.R.S.S. como en la Alemania nazi, en la Italia fascista como en Estados Unidos, en instrumento fundamental para orientar las conciencias, será de nuevo Charles Chaplin quien, con El gran dictador, demostrará que, al tiempo que se hace reír, es posible lanzar el más antibelicista de los mensajes. Fulvia Caprara (La Stampa).




Por eso no acepto a los que dicen que las películas violentas que se exhiben por televisión no generan una conducta violenta en los espectadores. Como negación simplista de este efecto, esas personas dicen "yo miro películas de asesinato y no ando matando a todos por la calle". Estas palabras en sí demuestran una negación del problema real que produce la glorificación de la violencia: la "desensibilización". Es decir, los seres humanos que se acostumbran a presenciar muertes van perdiendo gradualmente la sensibilidad para rechazar la violencia y el asesinato, considerándolos como algo normal, y no por esto necesariamente van a matar a nadie. Pero el perder la sensibilidad ya en sí mismo es una psicopatía humanamente peligrosa.