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12 de diciembre de 2014

SONETO AL DESEMPLEADO


SONETO AL DESEMPLEADO

Él se percibe un paria, un inservible,
él piensa que es inútil, imperfecto,
algo peor que larva o que un insecto,
él se siente un parásito terrible.

Hoy su vida ha cambiado, y es horrible
nadie valora diestro su intelecto.
Cruel le da el desempleo mal aspecto,
merma su fe y su fuerza. Eso es visible.

Rúbrica que aparece bien siniestra
pena con una firma que es burlona.
Tumba quedó. Knoc out. Fría en la lona,

mano amputada sin valor su diestra.
jaula es el desahucio de la calle,
mientras espera que el sistema estalle.


Rubén Sada. 12/12/2014. Soneto enfático.



22 de marzo de 2013

EL DESALOJO de Manuel J. Castilla


Desalojo, Manuel J. Castilla, poema social, desamparo







De Manuel J. Castilla  (Salta, Argentina)

EL DESALOJO

Yo lo encontré una tarde al desalojo.
Estaba en la vereda, en mueble y otro mueble amontonado,
su corazón desparramado y quieto.
Botado con sus cosas querendonas
se dejaba mirar como una granada abierta, volteada por el viento.
Nadie vio
su tanta desnudez tan destapada.

Nadie leyó
en el misal a la intemperie
estas palabras y su voz pedigüeña:
“Arcángel San Miguel
líbrame de enemigos
y acompáñame a la sombra de Dios”.
Eran rezos de anciana, esos. Y húmedos.
Temblorosos deseos a destiempo de la desalojada.
Eso era el desalojo.

Y era
una cocina negra de latón, apagada.
De sus hornallas
volaba la ceniza
en el aire inocente de la calle.

Lo sacaron del fondo de la casa,
a la fuerza, rameándolo
de donde estaba quieto, encariñado.

Salió de sus begonias llenas de escalofríos y manchadas,
entre los curanderos ramos de la ruda
junto al ángel lloroso del visillo.

Su Jesús enseñaba con la mano derecha
su corazón llagado desde un cuadro
y unos ojos sin culpas, de corderos.

Después vi su fatiga
en un botinero entre cretonas apagándose
polvosos, sus zapatos cansados.

En sus cajones
vi horquillas de mujer olvidadas,
y el cisne de una polvera, por morirse,
unas guindas sin sangre
en la capelina de un sombrero
como una juventud antigua, enamorada.

Vi el azul de lavar, angelicado, de otros días,
desvanecerse en la batea de algarrobo
con un olor cansado de mujer.

Todo eso estaba dentro de la entraña
rota del desalojo.
La mesa sin el vino, en la calle y sus panes,
y sin cuchillos y sin tenedores,
la silla con su ausente
y el ropero colgando sus vestidos vacíos
viendo por los espejos pasar indiferente
el cielo azul y hermoso de la tarde.


Antología Poética El gozante (Colihue)
de Triste de la lluvia (1977)

27 de octubre de 2007

IRONÍA SIN TECHO


IRONÍA SIN TECHO 

(Una historia homeless)

Era una tarde muy fría
en una fría ciudad,
tan fría como el cemento,
fría como su humanidad.

Una señora se hallaba
en la esquina pidiendo pan,
a su lado miles pasaban
ignorando su avanzada edad.

Era una "homeless" sin techo,
sin familia, amor ni hogar,
caminaba su vida en la calle
en la plaza o en la terminal.

En los atardeceres temía
no poder pasar una noche más,
es dura la vida de los sin techo,
y nadie los quiere ayudar.

La falta de nutrimientos
le impedía hablar y pensar...
y al rato de estar mareada...
se comenzó a desmayar.

Recién cuando cayó al suelo
la gente la empezó a rodear,
y más de veinte celulares
al 911 empezaron a llamar.

Los que la habían ignorado
la empezaron ahora a auxiliar.
Desesperados hicieron llamados
con sus lap-top y con celular.

Le ofrecieron un vaso de agua,
pero ella nunca iba a contestar.
Ya sin fuerzas cayó en la acera,
su cuerpo quería descansar.

Un médico intentó reanimarla,
y su pulso empezó a tomar,
pero se dio cuenta que nada...
ya nada la podría salvar.

Al rato tres ambulancias
llegaron hasta ese lugar.
Soledad acababa de morir
anémica, enferma, y en soledad.

El frío y el hambre cobraban
¡otra inocente víctima más!
No había tecnología costosa
que devolviera la vida a Soledad.

¡Qué ironía! Ambulancias equipadas
que costaban un enorme dineral,
que a pesar de esmerados intentos
no la pudieron reanimar.

Luego también fue llegando
con la misión de ayudar
el camión de los bomberos,
valuado en cien mil, tal vez más.

Cuando el deceso los médicos
se dispusieron a constatar,
llegó la Policía en dos patrulleros,
que cuestan muchos miles más.

Todo un gran dispositivo
dispuso nuestra sociedad,
miles de dólares invertidos,
que no la pudieron salvar.

¡Qué ironía la de los sin techo!
¿Cuál es su crucial necesidad?
¿No es mejor proveerles alimento,
haciéndoles recuperar su dignidad?

¡Cuanto se gastó en un momento
tratando de salvar a Soledad!
La modernidad llegó tarde.
Ella sólo necesitaba pan.

© Rubén Sada. 27-10-2007.

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